ROJO: Verbos en imperfecto
VERDE:ejemplos lenguaje subjetivo
NARANJA: Aparecen figuras literarias
AZUL: Adjetivos explicativos
MORADO:Predomina la función estética, para crear un mensaje bello.
El gato de mis hijos es un gato persa himalayo de un tamaño descomunal, y su principal peculiaridad es que en vez de maullar, ladra. Esto lo digo completamente en serio, aunque nadie me cree nunca. Ese gato, a diario, cuando llego a casa para comer y abro la puerta del garaje con el mando a distancia, me dirige su mirada cruzada desde lo alto de su columna (una de las columnas de ladrillos que delimitan la cancela exterior) y emite unas extrañas ventosidades con la boca, sonidos guturales muy secos y cortos, que si no fuera porque provienen de un gato, nadie dudaría en denominar ladridos.
El gato de mis hijos, o perro, o lo que sea, se llama Arnold, supongo que porque mis hijos pensaron que se parecía a su ídolo Arnold Szenchwaseger… o Schwasnezeger… o Schnegerwasze… bueno, no lo sé; hay nombres imposibles, sobre todo para un disléxico como yo. Arnold tiene el morro aplastado, como si hubiera tenido un choque frontal con otro gato de la misma zarra, y cuando te mira parece que no te está mirando, como si su ojo izquierdo sólo pudiera mirar a su ojo derecho y su ojo derecho sólo pudiera mirar a su ojo izquierdo, y sólo sus dientes, asomando como piedras incrustadas en su morro aplastado, estuvieran atentos a cada uno de tus movimientos.
Arnold me tiene manía. Cuando era sólo un cachorro de unas cuantas semanas se orinó encima de un grabado antiguo que me había regalado mi mujer y yo lo tiré a la piscina (al gato, no al grabado) de donde, sin apenas tocar el agua, salió rebotado hasta el borde, como si el agua y sus patas hubieran hecho un cortocircuito eléctrico. Desde entonces, Arnold me ladra cada vez que llego a casa, porque me considera un intruso indeseable en su territorio, y todas las noches, antes de que yo vuelva a entrar en casa, tiene buen cuidado de orinar allí donde yo lo he hecho, para que, a ser posible, no quede el menor rastro de mi existencia.
Una de mis aficiones favoritas es mi gran maqueta de tren, y una de las aficiones favoritas de Arnold es pasearse por encima de mi maqueta y dar toquecitos con la pata a los árboles y los semáforos y al tren que sale en ese momento de uno de los innumerables túneles. Ver a Arnold encima de la maqueta es como ver a un oso polar encima de la maqueta. Me saca de quicio, pero he aprendido que es mejor no perder los nervios y dejar que sea él mismo, el oso, quien escoja el momento de desaparecer.
Rodrigo Muñoz Avia, Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos.